La buena calidad es una condición que debe tener todo producto y servicio para conseguir mayor rendimiento en su actividad y durabilidad, cumpliendo con normas y reglas necesarias para satisfacer las necesidades de los clientes.
¿Qué hace que una empresa sea especial? ¿Qué hace que una empresa se diferencie de otra? ¿Qué hace que una empresa sea valiosa? Las respuestas a estas preguntas pueden variar mucho, dependiendo de a quién se las haga. Para algunos será su reputación como marca, para otros su gestión en responsabilidad social corporativa. Muchos incluso pensarán que son las finanzas que manejan la clave para diferenciarse de otras empresas. Y sí, es verdad, todas las repuestas correctas, hasta cierto punto.
Lo cierto, es que todos estamos de acuerdo en que en las empresas buscamos un objetivo fundamental que es la rentabilidad. Y es por eso que muchas veces el enfoque va dirigido a vender, vender y vender, dejando de lado algunos aspectos que al final son la clave para que muchos de nuestros clientes sigan confiando en los productos o servicios que ofrecemos y en nosotros como empresa.
En esta ocasión queremos hablar de uno de esos aspectos, el cual es la mejor inversión a largo plazo: LA CALIDAD, la cual se ha constituido en una de las herramientas gerenciales de mayor utilización en las organizaciones, por cuanto se parte de la premisa, de que genera impacto positivo en el desempeño financiero de la empresa. Es decir, a mayor calidad en productos y servicios, mayor rentabilidad.
En la actualidad, la gestión de calidad en las empresas debe cumplir con altos estándares y normas, que se adapten al mercado, que es cada vez más exigente a la hora de consumir. Para ello se debe trabajar arduamente en la mejora continua de la oferta, la satisfacción de necesidades del cliente, la estandarización y el control de procesos, el mismo que debe ser exhaustivo. Asimismo, se debe trabajar de manera interna con los colaboradores en su relación con los clientes, al ofrecerles un buen servicio que se enfoque en conseguir su satisfacción completa y que, además, cumpla con los objetivos planteados por la empresa.
La calidad, a decir verdad, lo es todo en nuestra gestión empresarial y es por eso, que estamos convencidos de que es la mejor inversión a largo plazo. Ya que, de forma correcta y elaborada, colabora con grandes estrategias empresariales como son la diferenciación, el bajo costo, y la rapidez de respuesta. En definitiva, la mejora continua de la calidad puede contribuir a que nuestra empresa logre aumentar el nivel de ventas y reducir costos- Estos factores son una forma indispensable de conseguir una mayor rentabilidad, ya que como empresa productiva seremos capaces de vender más, en cuanto más rápida sea nuestra capacidad de respuesta. Además de que podremos reducir nuestros precios de venta y consolidar eso que es tan importante en los mercados de hoy día, nuestra reputación de productos y servicios de calidad.
De la misma forma, la inversión en calidad, permite que se rebajen los costos de producción, ya que las empresas mejoran su productividad, reduciendo los valores reelaboración, materiales desechados, garantía y postventa.
En otras palabras, la calidad, o su ausencia, ejerce un gran impacto sobre toda la organización, desde el proveedor hasta el consumidor final. Por ello, es importante que reconozcamos e identifiquemos cómo podemos mejorar nuestra gestión de calidad, con el fin de ser capaces de proporcionar un nivel alto de satisfacción de nuestros clientes y una mejor experiencia al momento de adquirir nuestros productos y servicios.
Es por todo lo que hemos mencionado antes, que la calidad es la mejor inversión a largo plazo. Sin ella, todos los esfuerzos de la empresa son nulos, ya que la calidad es el respaldo de los productos y servicios ofrecidos por la marca. La imagen, la reputación, la responsabilidad social e incluso las finanzas no son importantes, si no están ligados a la calidad.
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